jueves, 15 de abril de 2010

SEXTO Amelia3




Capítulo 10

EL NIÑO QUE SE ENAMORÓ DE UNA ESTRELLA
Al terminar de desayunar Nina no pudo esperar más y le dijo a Amelia que empezara a contarle la historia de las estrellas y Amelia aceptó. Amelia le había pedido a Nina que no la interrumpiera porque si no, no se lo contaría, pero lo primero que hizo fue preguntarle si venia de Turquía. Amelia le dijo que este cuento venia de Túnez y que se lo contó su madre y a su madre su abuela y así consecutivamente pero que no sabia de donde sabina esta historia y le explicó que Túnez no estaba lejos, que estaba al cruzar el mar pero eso a Nina le pareció muy lejos y tampoco le parecía muy lógica la explicación de la abuela porque para ella todo lo que esta a las afueras de su pueblo esta lejos. Amelia le empezó a contar la historia que decía: "Érase una vez un niño llamado Hakim que vivía en el desierto, era el hijo pequeño de una familia pobre de taugers que vivian en jaimas..." Nina como no sabia lo que eran las jaimas la interrumpió y Amelia se lo explicó y luego siguió con la historia que decía: "Hakim tenía 7 años y trabajaba todo el día y vestía siempre con mucha ropa por la arena y el sol. Por la noche Hakim siempre se quitaba el turbante, bebía un gran cuenco de leche y miraba las estrellas y por eso las conocía todas. La estrella favorita de Hakim era una que brillaba poco, era muy pequeña y estaba muy lejos. Pero por mucho que le gustaba murar las estrellas Hakim después de un largo día de trabajo estaba cansado y no se podía quedar mucho rato mirando las estrellas. Una tarde después de una larga jornada la caravana llegó a un oasis en la montaña y Hakim pensó que desde ahí las estrellas se verían mejor pero el no encontró su estrella. A la noche siguiente tampoco la vio y decidió preguntarle a la persona más sabio de la caravana y le dijo que los hombres del desierto no poseen nada y que para que volviese tenia que desear con todas sus fuerzas que la estrella volviera, no pensar que te pertenece y la tercera limpiar y cepillar mis caballos todos los días. Al día siguiente la caravana marchó y 3 lunas más tarde llegaron a otro oasis, por la noche Hakim subió a la montaña y vio que su estrella había vuelto y entonces se dio cuenta de que los hombres del desierto no poseen nada."

Al acabar la historia Amelia le dijo a Nina que se vaya a dormir pero Nina no tenia sueño y dijo que se iba a quedar un poco más, un poco más tarde Nina se fue a dormir y soñó que vivía en una jaima y que tenía un amigo con la cara de Hakim.

Mª Catalina

Capítulo 11

El paseo a caballo

Nina volvió al campo con su padre y su vecino aquella mañana. Los trabajadores tenían que terminar el pozo. Estuvo mirando como lo construían pero luego se acercó a la verja y vio tres caballos. En uno de los caballos estaba montado Roberto, Roberto le dijo a Nina que si quería dar una vuelta en caballo y Nina aceptó. A Nina le gustaba Roberto y entonces al agarrarle sentía que lo estaba abrazando. Mientras montaban en caballo se contaban cosas y cuando terminaron el paseo, Roberto se acercó a la cara de Nina y le dio dos besos tan sonoros que Nina se creía que lo había oído hasta su abuela Amelia.

Natalia

Capítulo 12

La leyenda del pozo MISTERIOSO

Nina llegaba a casa después de dar una vuelta en caballo con Roberto y tenia una sonrisa de oreja a oreja. Su abuela le dijo que cuando era joven ella no jugaba, se quedaba en casa limpiando y cocinando. Empezaron a hablar y cuando Amelia le pregunto si era el primer chico que le gustaba ella le dijo que si y que era el primer chico que había tenido tan cerca. Se empezaron a reír… Hasta que Amelia le contó la historia del pozo, que iba sobre una dama, un pozo y más gente. Al final de la historia Nina quería escuchar más, pero a su abuela solo le habían contado eso. Era la hora de dormir y Nina pensó todas las historias que su abuela le había contado. Y como ella no quería que su abuela fuese a una residencia, cogió un lápiz y un papel y empezó a escribir todo lo que le había contado. Fue al cuarto de sus padres y le dio la carta a su padre. Ella le dijo que no quería que su abuela fuese a una residencia, porque su cabeza estaba bien, tanto si se había inventado las historias o si no se las había inventado Amelia tenía la cabeza bastante bien. Su padre miro alrededor y pensó que Amelia podía vivir en su casa por ahora. Ya se vería que deparaba el futuro, pero el futuro nadie lo sabe.Isabel Fernández Mainar

Capítulo 13

De vuelta a casa

Llego el día de regresar. La tarde anterior, Roberto le dio un regalo a Amelia para Nina. Era una foto de su caballo Simón, el caballo en el que se habían montado los dos y estaban tan juntitos.

-Para que te acuerdes de nuestro paseo cuando estés en tu casa.

-Creo que nunca lo olvidaré, Roberto.

Nina se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla a Roberto, Roberto le dio otro beso y se fue.

Nina se quedó pensando que la foto de Simón la iba a poner en su cuarto para acordarse siempre de Roberto.

Nina no habría querido dejar a la abuela. Bien a gusto se habría quedado con ella, pero los días de vacaciones se habían acabado. Cuando ya estaba todo el equipaje preparado Amelia llamó a Nina y le dio un sobre.

-¿Qué es esto, abuela?

-Es una carta. Léela esta noche, cuando llegues a tu casa y salgas a la terraza. Antes no, ni en el coche, porque te puedes marear, ni en el restaurante donde comáis, porque se manchará. Sólo cuando llegues a casa. Ahora dame un beso y nada de despedidas tristes.

Después de casi diez horas de viaje, llegaron a casa. Lo primero que hizo Nina fue ir a su habitación y salir a la terraza. Sacó el gran y amorfo taburete rojo en el que siempre se sentaba, abrió el sobre. Sacó la cuartilla y la leyó. Nina cerró la carta y miró al cielo. Las nubes ya habían desaparecido y las estrellas titilaban cada una en su sitio. Cuando ya llevaba un rato, una de ellas emprendió el viaje hacia la tierra y desapareció más allá de las montañas. En ese momento, no pudo evitar que unas lágrimas se deslizaran desde sus ojos hasta sus labios.

Y Nina se pregunto si las estrellas estarían saladas como las lágrimas. Pablo.


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